Lección de 11. Sancho quiere ser gobernador

-Nunca he leído de ningún escudero que fuera a lomos de un asno -dijo
don Quijote-. Pero no importa: en cuanto venza a un caballero,  te regalaré
su caballo.
   -Me he traído el borrico porque no estoy acostumbrado a andar mucho
-respondió Sancho-, y para mí es tan bueno como el mejor caballo del mundo,
porque más vale algo que nada y ándeme yo caliente y ríase la gente. Lo que
sí le digo es que se acuerde de su promesa de hacerme gobernador…
   -No temas, Sancho, que es posible que antes de seis días te corone como rey.
   -¿Rey? La verdad es que prefiero se gobernador, porque, aunque me gustaría
 que mis hijos fueran infantes, me parece que mi mujer no vale para reina.
Mejor hágala condesa, y ya será mucho… Y no lo digo porque yo no quiera a
mi Teresa, que la quiero más que a las pestañas de mis ojos, pero ya se sabe
que no se hizo la miel para la boca del asno…
   En estas conversaciones se les hizo de día, y a la luz de la mañana
descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en el campo de
Montiel.
   -La suerte nos acompaña, amigo Sancho -dijo don Quijote-. ¿Ves aquellos
gigantes fieros de allí abajo? Pues pienso entablar batalla con ellos hasta
quitarles la vida.
   -¿Qué gigantes?
   -Aquellos de allí. ¿No ves lo largos que tienen los brazos?
   -Eso no son gigantes -dijo Sancho-, sino molinos de viento, y lo que parecen
brazos son las aspas.

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