Lección de 18. Se niega a pagar al ventero

   A pesar de los temblores, don Quijote tardó poco en dormirse,
y a las tres horas despertó como nuevo y le dice a Sancho:
   -¡Mira qué pronto he sanado gracias al bálsamo!
   Viendo el milagro, Sancho decidió echarse un buen trago de
la aceitera, pero el bálsamo le hizo tan mal efecto que comenzó
a vomitar las entrañas y a descargar el vientre sin que la diera
tiempo de salir de la cama. El pobre se pasó más de tres horas
pensando que se moría, y justo cuando había pasado la borrasca
y comenzaba a dormirse, don Quijote se levantó con más ánimo
que nuca y dijo a voz en grito:
   -¡Vístete, amigo mío,  que nos vamos a buscar aventuras!
   Poco le faltó al bueno de Sancho para enviar a su amo a lo más
hondo del infierno, pero al fin obedeció para no faltar a su deber
y se levantó como pudo. Mientras tanto, don Quijote abandonó
el aposento, se fue al establo en busca de Rocinante y le puso la
silla de montar. Y, ya a lomos del caballo, salió al patio de la
venta y le dijo al ventero con voz reposada:
   -Muchas gracias, señor, por el buen trato que nos habéis
dispensado en vuestro castillo.
   -Antes de marcharos -contestó el ventero- tendréis que pagar
el gasto que habéis hecho en mi venta.
   Don Quijote se quedó de piedra.
   -Entonces, ¿esto es una venta? -exclamó-. Pues en verdad os
digo que pensaba que era un castillo. Pero, si es una venta, no
pienso pagar, porque a los caballeros andantes se nos ha de
alojar de balde por lo mucho que ayudamos a los necesitados.

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