Lección de 27. Mi familia

Mi madre, cuenta Dort, aunque nos riñe a todos con frecuencia, siempre es muy dulce. Mi padre también es tierno aunque nos mire, a veces, con cara seria.

   Mi hermano mayor, en cambio, es un bruto: siempre nos está pegando a los otros hermanos. Pienso que lo hace por jugar, y a mí me gusta hacer peleas con él, mientras no me haga daño. A veces nos unimos los tres menores y le ganamos haciéndole cosquillas. Pero cuando él está estudiando en  su cuarto, y nosotros lo molestamos para jugar, entonces sí que se pone como una fiera;  es un egoísta: cuando él quiere, todos todos tenemos que pelear con él, y cuando él no  quiere, todos a callar. Tal vez no es tan egoísta: es que tiene que estudiar más que nosotros.

   Mi hermana mayor, la que sigue al bruto, es una mandona; ya quiere ser como mi madre en lo de enfadarse, y también consigue a veces se dulce. Tal vez lo sea, cuando llegue a ser madre.

   Yo soy el tercero, dice Dort. La que más me fastidia es la pequeña: como no le ponen deberes en el cole, siempre está entrando a mi cuarto para quitarme cosas. Si le pego, se va llorando a los papás, y si consigue que me riñan, vuelve para chincharme con una mirada desafiante. Es la pequeña, y la tienen mimada.

   Yo creía, termina Dort, que en mi familia todo eran peleas, gritos y enfados. Como si no nos quisiéramos. En una ocasión, a la pequeña llegué a gritarle ¡ojalá te mueras! Por la noche, metido en la cama, pensé en lo que había dicho. Me di cuenta entonces de que si mi hermana o el bruto o la mandona o papá o mamá se me murieran, yo también me moriría de pena. Cualquiera de ellos era yo, y los quería más que a mí. De cariño, me corrieron las lágrimas por las mejillas.

   Samuel Valero

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