Lección de 28. El soldadito de plomo

Hace muchos años,  cuando tus abuelos eran pequeños, los niños jugaban con soldaditos de plomo.   Un día le regalaron una caja de ellos a un niño  muy travieso que, al abrirla, encontró uno con una  sola pierna.

    No tardó ni un minuto en apartarle de sus  juguetes preferidos. Fue al zaguán, lo tiró a un    rincón y se fue a dormir.

    Soñó que el soldadito oía una risa burleta que   provenía de una caja entreabierta y, por ser tan    valiente, fue a ver qué era. La destapó y… un enorme monigote le hizo perder el equilibrio, por loque cayó a la calle, lejos de su amada, la bailarina.

    Tuvo suerte porque fue a parar a un barco de papel que navegaba hacia el mar, pasando por aguas  peligrosas.

    Tuvo que enfrentarse con ratas y enormes peces,  hasta que uno de ellos lo devoró.

    Pronto salió de la tripa del pez, ya que, por casualidad, la criada fue a comprar pescado y, al   ir a limpiarlo, salió el soldado.

    Estaba a punto de echarlo al fuego cuando la bailarina enamorada empezó a pedir auxilio y a  llorar tan fuerte que el niño se despertó.

    -¡Qué pesadilla! -exclamó-, restregándose los ojos. Corrió hacia el zaguán y encontró sus viejos  juguetes como si nada.

    Pero al cerrar la puerta, algo ocurrió: el soldadito y la bailarina estaban juntos y eran felices. 

       Cuento clásico.

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