El pequeño Totó, ahora que tenía que hacer frente a un enemigo, corrió ladrando hacia el León. La enorme bestia abrió la boca para morder al perro, y entonces Dorothy, temiendo por la vida de Totó y olvidándose del peligro, fue hacia él y abofeteó al León en la nariz tan fuerte como pudo, mientras gritaba:
– ¡No te atrevas a morder a Totó! ¡No te da vergüenza, un animal tan grande como tú mordiendo a un pobre perrito!
– No le mordí -dijo el León, frotándose con la zarpa la nariz, donde Dorothy le había pegado.
– No, pero lo intentaste -contestó la niña-; eres un grandísimo cobarde.
– Ya lo sé -dijo el León, bajando avergonzado la cabeza-. Siempre lo ha sido.
– ¿Por qué eres cobarde? -preguntó Dorothy, mirándolo con curiosidad, pues él era tan grande como un pequeño caballo.
– Eso es un misterio -contestó el León-. Me supongo que nací así. Claro está, todos los otros animales del bosque esperan que sea valiente, pues por todas partes se cree que el León es el Rey de los Animales. Me di cuenta de que, si rugía muy fuerte, todas las criaturas se asustaban y se apartaban de mi camino. Siempre que me he encontrado con un hombre me entraba un miedo horrible; pero bastaba con rugirle, y salía corriendo a toda velocidad. Cuando los elefantes y los tigres y los osos han intentado pelearse conmigo, no hubiera tenido más remedio que huir ¡Soy tan cobarde! pero en cuanto me oyen rugir todos se escapan, y, por supuesto, yo les dejo marchar.
– Pero eso eso no está bien. El Rey de los Animales no debería ser un cobarde -dijo el Espantapájaros.
– Ya lo sé .contestó el León, secándose una lágrima del ojo con la punta de la cola-. Ese es mi gran dolor, y me entristece la vida. Pero, en cuando hay peligro, mi corazón se pone a latir fuerte.
– Quizás estés enfermo del corazón -dijo el Leñador de Hojalata.
– Puede ser -dijo el León.
El maravilloso Mago de Hoz. L. Frank Baun. Editorial Anaya.