
El sexto mandamiento
El sexto mandamiento de la Ley de Dios es: No cometerás actos impuros. Nos manda que seamos puros y castos en obras y palabras.
La pureza es la renuncia total al uso de la sexualidad.
La castidad es la renuncia al uso ilícito de la sexualidad. La sexualidad no es mala, ni es contraria a la Ley de Dios; es buena porque viene de Dios. Por eso, el uso de la sexualidad es lícito dentro del matrimonio y para los casados tiene la altísima misión de transmitir la vida trayendo hijos al mundo, además de la ayuda mutua de los esposos.
Los cristianos hemos de amar la pureza porque somos miembros de Cristo y nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Vivir la pureza antes del matrimonio. Es una gloria y ventaja vivir la pureza antes del matrimonio.
Pecan contra la pureza los que consigo o con otros cometen acciones deshonestas o sucias y los que voluntariamente se ponen o ponen a otros en peligro de cometerlas.
Los medios para guardar la pureza son: la confesión y comunión frecuentes, la devoción a la Santísima Virgen, la modestia y la huida de las ocasiones peligrosas como conversaciones, miradas, lecturas, modas, bailes y espectáculos deshonestos.
El noveno mandamiento
El noveno mandamiento de la Ley de Dios es: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
Hemos de vivir la pureza y la castidad en los pensamientos y deseos. Hay pecado cuando la voluntad se complace en ellos, pero no son pecado si la voluntad no los busca, consiente y procura rechazarlos.
Jesús dijo: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5,8).También dijo: «De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios y fornicaciones.» (Mateo 15,19).
Se cometen pecados de impureza con el pensamiento cuando se buscan recuerdos e imaginaciones impuras o sucias y se complace en ellas.
También se peca cuando se tiene el deseo de cometer actos impuros aunque no se lleven a la práctica.