
De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:
Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Luego que los ángeles se apartaron de ellos hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén, y veamos este hecho que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas acerca de este niño. Y todos los que escucharon se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.
Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho.
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¡Santa María, maestra de oración! Si la imitamos, si guardamos y ponderamos en nuestros corazones lo que de Jesús oímos y lo que Él hace en nosotros, estamos en camino hacia la santidad cristiana y no faltará en nuestra vida ni la doctrina del Señor ni su gracia.
(Pintura: Adoración de los pastores. MURILLO, Bartolomé Esteban. Museo del Prado. Madrid)