Lección de Al cielo van los que tienen el alma limpia

San Juan nos habla, igual que San Pablo, de la visión que tuvo del cielo: «Vi una muchedumbre grande, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que  estaba delante del trono del Cordero (Cristo), vestidos de túnicas blancas  y palmas en sus manos» (Apocalipsis) 7,9).

    Vestidos con túnicas blancas quiere decir que estaban en gracia de Dios y limpios de cualquier mancha o pecado. Por eso recibieron el premio del cielo. Como dice el Evangelio, «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5,8).

2. El cielo consiste en ver, amar y gozar de Dios eternamente

    ¿Qué es el cielo? Escribiendo San Pablo a los cristianos de Corinto decía: «No ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman» (Corintios 2,9). Es algo tan grande que, aunque nos pusiéramos a soñar, nunca llegaríamos a imaginar lo que es. Sin embargo, dice una cosa muy concreta: «Estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4,18).  Estaremos siempre con Cristo, nuestro Amigo.

Dios es el sumo bien, la belleza infinita, y el hombre, que ansía ver cosas maravillosas, quedará completamente saciado -saciado sin saciar- al contemplar a Dios. Lo veremos tal cual es. Además, lo amaremos ardientemente y seremos amados eternamente por Dios. Los deseos de amor que tiene el hombre quedarán plenamente colmados.

    Por estas razones, en el cielo sólo habrá gozo y alegría. No habrá enfermedades, ni dolores, ni penas, sino únicamente gozar de Dios en compañía de la Virgen y de los ángeles y de todos los santos. Estaremos con todos aquellos que han sido fieles a Dios, a muchos de los cuales hemos conocido en esta tierra.

La purificación final o Purgatorio

    Los que mueren en la gracia y la amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama Purgatorio y esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados.

Podemos ayudar a las almas del purgatorio

    Dios quiere que la Iglesia de la tierra ayude a las almas que están en el purgatorio, donde se están purificando y con el deseo ardiente de ir al cielo para estar con Dios. Como se dice en el tema de la comunión de los santos, hemos de ayudarles y podemos hacerlo con estos auxilios:

    – Ofrecer como sufragio la Santa Misa. Es la mejor manera, porque ofrecemos por los difuntos los méritos infinitos del mismo Jesucristo.

    – Rezar mucho por las almas del purgatorio, recabando la intercesión de la Madre de Dios para que cuanto antes vayan al cielo. La Virgen es también Madre de los que están en el purgatorio y hemos de pedirle por nuestros familiares y amigos y por aquellas almas por las que nadie reza.

    – Ofrecer en su favor nuestras buenas obras: nuestro trabajo, alguna limosna, pequeñas mortificaciones. Dios lo acepta en beneficio de las almas del purgatorio.

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