Junto a los arcos de la plaza, entre columnas, se encuentra el abeto grande. Todas sus ramas se han cubierto de estrellas relucientes, de lazos de seda, de guirnaldas de luces de colores… Y arriba, la estrella más brillante.
El abeto parece un guardia grandote y bonachón que nos dice a todos: Aquí tenemos el Niño. Yo lo guardo. Miradlo con amor. Llenadlo de besos. Y habladle… Y a los pies del abeto, como regalo para el Niño, Reyes y pastores, corderos y gallinas y patos, zagales y zagalas, verdes praderas de musgo y pequeñas montañas cubiertas sus cumbres por la nieve.
Todo es para el Niño porque es la fiesta del Niño.
MANUEL ARTIGOT
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