El universo comenzó como una gran explosión a altísima temperatura y densidad y hoy podemos decir que esto ocurrió hace 13.700 millones de años, con un margen de error de menos del 10% De modo que tenemos pruebas científicas de un origen del universo. Y hablar de un antes no es científico, y hablar de otros universos no es científico, porque no se puede nunca comprobar.
Y una vez que tenemos esta parte científica ¿qué nos dice la Filosofía? Que todo aquello que comienza a existir tiene que recibir la existencia de otro, porque lo que no existe no puede darse la existencia a sí mismo. Entonces, la Filosofía nos habla de que es necesario un Creador, no material y por tanto, que no está sujeto a las leyes de la Física ni del tiempo.
¿Qué puede, con potencia infinita, hacer que donde no hay nada haya algo? Y esto es exactamente lo que luego nos refrenda la Teología. El universo existe porque un Creador omnipotente, sapientísimo y generosísimo (porque un Creador infinitamente sabio y poderoso no necesita de nada ni puede añadirle nada) crea el universo por una razón que tiene que ser finalmente generosidad y amor. Y por eso la Teología nos dice que el universo está creado para que exista el hombre. Porque a Dios (al Creador) no le entretiene ver que se queman estrellas, ni le entretiene que corretea una lagartija por el suelo. Él solo puede encontrar una razón suficiente en crear personas que son capaces de conocerle, de agradecerle la existencia y de compartir la felicidad.
Y así tenemos los tres puntos de vista: el científico me da los datos, el filósofo los elabora para llegar a ese Creador omnipotente y eterno y la Teología me dice que ese Creador es además amor, que crea todo para el hombre, para que podamos existir, relacionarnos con Él y finalmente, participar de su felicidad.