
I
Por el reino de Galicia
un soldado caminaba,
y llegando a un lugarcito
entró alegre en la posada.
II
Preguntó a la mesonera
que de qué comer le daba,
y ella le dijo que en todo
el lugar no había nada.
III
El soldado replicó
con astucia y con cachaza:
IV
“Habrá algunos guijarritos
de aquellos que hay en el agua
de ese arroyo que se ve
que cerca del lugar pasa?”.
V
“Eso, señor, a montones
-respondió-; pero, ¿qué saca
para comer de que yo
vaya ahora y se los traiga?”.
VI
Es que yo –dijo el soldado-
tengo el secreto y la gracia
de cogerlos y ponerlos
más sabrosos que unas natas,
y yo le enseñaré a hacerlo.”
VII
Alegre como una pascua,
la sencilla mesonera
fue por ellos, con el ansia
de enriquecerse con cosa
que tanto la acomodaba.
VIII
Trajo una buena porción,
y el soldado preguntaba:
“¿Hay aceite?”. “Sí, señor”.
“¿Hay huevos y pan en casa?”.
IX
A todo dijo que sí;
y el soldado con maña,
hizo de todo una sopa
y se la comió con gana.
X
Y viendo la mesonera
que los guijarros dejaba
y lo demás se comía,
le dijo muy admirada:
XI
“¿Por qué dejáis los guijarros?”.
Y él respondió con gracia:
“Esos se dejan, después
que ya han dado la sustancia”.
(F.G. Salas)