
Objetivo:
Aprender a honrar a los padres.
El día de mañana, cuando seáis mayores, se presentan en la vida varios caminos: unos eligen el sacerdocio, la vida religiosa; otros, el matrimonio, constituyen un hogar con una persona a quien aman y quieren. Luego nacen los hijos y entonces se forma la familia.
Vosotros quizá lleguéis a ser padres y madres de familia, Pero el ser padre y madre va unida a una gran responsabilidad. Los padres tienen el deber de amar, alimentar y educar cristianamente a los hijos. Incluso deben los padres dar a sus hijos felicidad, paz y alegría y jamás amargarles la vida con violencias y cóleras injustas. Los padres tienen el deber sagrado de cuidar la salud de sus hijos, de inclinarles al trabajo, al estudio. Los padres tienen que respetar la libertad de sus hijos al elegir estado, profesión, aconsejándoles, sí, pero no imponiéndoselas. Jamás los padres tendrán preferencias por uno de sus hijos. Esto es indigno.
Los padres dialogarán con sus hijos con gran bondad y cariño, escuchándoles atentamente sus problemas y preocupaciones, sus ilusiones y aspiraciones. Los padres procurarán que sus hijos lean libros buenos y tengan buenos amigos. Un buen libro y un amigo bueno son dos tesoros inapreciables. Porque un mal libro y un mal amigo pervierte y arrastra hacia el mal a la juventud.
Los padres aconsejarán a sus hijos, les reprenderán con dulzura, firmeza y razones justas; les castigarán o premiarán cuando las circunstancias lo aconsejen. Los padres rezarán por sus hijos, para que Dios les guíe por el camino del bien, de la justicia y de la verdad, y llevarán una vida ejemplarísima y cristiana de rectitud, de amor, justicia y mansedumbre.