
Adán y Eva tuvieron un hijo que le llamaron Caín, diciendo: He adquirido un hombre por merced de Dios. Mas tarde nació Abel. Abel fue pastor de ovejas y Caín, labrador.
Ambos ofrecían sacrificios a Dios. Abel era generoso y sacrificaba lo mejor de su ganado; esto agradaba a Dios y lo bendecía. Caín, dominado por el egoísmo, siempre ofrecía lo peor de sus cosechas, y Dios rechazaba su ofrenda.
En el corazón de Caín fue naciendo la envidia hacia Abel. En su interior oía la voz de Dios que le decía:
-¿Por qué andas triste? ¡Obra bien y estarás alegre, pero si no, el pecado estará a tu puerta como una fiera al acecho!
Caín no quiso dominar sus malas inclinaciones. Y un día, estando solos en el campo, se arrojó sobre Abel y lo mató.
Este primer asesinato llegó como un grito hasta el cielo. Inmediatamente preguntó Dios a Caín:
-¿Dónde está tu hermano Abel?
-No lo sé. ¿Soy acaso yo guardián de mi hermano?
Y Caín se apartó de Dios.
Huyó de aquellas tierras y anduvo errante. Agobiado por su crimen, temía morir a manos de cualquiera; pero Dios le puso una señal para que nadie lo matara. Por fin, se quedó a vivir con su mujer en la región de Nod.
Adán y Eva aún tuvieron un nuevo hijo, de buen corazón como Abel, a quien pusieron el nombre de Set.
(Génesis 4)
(Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 30)