
Los soldados romanos condujeron a Jesús al Calvario para crucificarlo. Llevaron también a dos bandidos. Como Jesús tenía mucha dificultad para llevar la cruz por los azotes y la corona de espinas, obligaron a un hombre llamado Simón a que cargara con la cruz de Jesús.
A Jesús le seguía mucha gente sobre todo algunas mujeres que estaban apenadas por él. Entontes se volvió hacia ellas y les dijo:
– Mujeres de Jerusalén no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos.