
Adán y Eva fueron castigados por su desobediencia y pedieron el don de la gracia; fueron expulsados del Paraíso y quedaron sometidos a la lucha de las pasiones, al dolor y a la muerte.
También nosotros, por ser descendientes de Adán, nacemos en pecado original, es decir, sin gracia, estamos sujetos al sufrimiento, a la muerte e inclinados al pecado. La única criatura que no heredó el pecado original fue la Virgen María porque estaba destinada a ser la madre de Jesús.
El Bautismo nos quita el pecado original y nos devuelve la gracia
A pesar del pecado, Dios se compadeció de los hombres y les prometió que enviaría a su Hijo, el Redentor, que salvaría a la humanidad del pecado y de sus consecuencias.