
Ante un momento de prueba hay que buscar un motivo de peso para ser fiel al otro y para exigirse la perseverancia. Habrá que revivir y poner en primer plano el compromiso nupcial por el que se entregó de por vida a su pareja. Por otra parte, los hijos suelen ser un apoyo y un motivo puesto por la naturaleza para hacernos salir de nosotros mismos y mantener los lazos matrimoniales.
No es positivo medir el amor del otro, ni el don del otro. Ante una dificultad, cada uno ha de hacer lo posible para que la situación mejore. Casi siempre se pretende que sea el otro cónyuge el que cambie y casi nunca se logra.
Hay que olvidar y perdonar cualquier lista de agravios pasados.
Evitar por todos los medios las ofensas de palabra, acción o de gestos.
Procurar resolver los conflictos que nos hacen estar mal con nosotros mismos.
Fortalecer de nuevo los motivos, proyectos e ilusiones que dan atractivo a la vida en común.
Evitar por todos los medios el aburrimiento.
Aprender a callar cuando sea necesario y evitar las discusiones inútiles y el más mínimo asomo de ironía. No llegar a los enfrentamientos directos.
Instaurar una vida de relación íntima sana, positiva y centrada en la comunicación, sin centrarse exclusivamente en la vida sexual.
Aprender a remontar los momentos, días y situaciones difíciles.
Frenar la tendencia a controlar, vigilar e inspeccionar al cónyuge.
(Pintura: Grupo familiar. OCHTERVELT, Jacobo. Museo de Bellas Artes de Budapest).