Lección de Coplas por la muerte de su padre

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A la muerte del maestre de Santiago con Rodrigo Manrique, su padre

I

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

 tan callando:

cuán presto se va el placer,

cómo después de acordado

da dolor,

cómo a nuestro parecer

cualquier tiempo pasado

fue mejor.

II

Y pues vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

porque todo ha de pasar

por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir:

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

Allí los ricos caudales

allí los otros medianos

y más chicos:

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

INVOCACIÓN

I

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pensar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que cuando morimos

descansamos.

II

Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél,

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquel

que atendemos.

Y aún aquel Hijo de Dios,

para subirnos al cielo,

descendió

a nacer acá entre nos

y vivir en este suelo

do murió.

III

Estos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya pasadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

 trastornadas:

así que no hay cosa fuerte;

que a Papas y Emperadores

y Prelados

así los trata la Muerte

como a los pobres pastores

de ganados.

(HABLA LA MUERTE)

Diciendo: Buen caballero,

dejad el mundo engañoso

y su halago;

vuestro corazón de acero

muestre su esfuerzo famoso

en este trago;

y pues de vida y salud

 hicisteis tan poca cuenta

por la fama,

esfuércese la virtud

para sufrir esta afrenta

que os llama.

CABO

Así con tal entender

todos sentidos humanos

conservados,

cercado de su mujer,

de hijos y de hermanos

y criados,

dió el alma a quien se la dió

(el cual la ponga en el cielo

y en su gloria),

y aunque la vida perdió,

nos dejónos harto consuelo

su memoria.

JORGE MANRIQUE.

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