
Ahora ya sabéis de quién decimos: es un joven de carácter. Lo decimos de aquél que tiene principios, ideales nobles y sabe ejecutarlos y permanecer firme en ellos. Permanecer firme, aun cuando nadie en el mundo confiese estos nobles ideales; aun cuando todos los que le rodean sean cobardes y sin carácter. Permanecer firme, a pesar de millares y millares de ejemplos adversos y malos. ¡Permanecer firmes en nuestros principios, sean cuales fueren las circunstancias! Sólo Dios sabe cuán terriblemente difícil es a veces.
En las sangrientas persecuciones de los primeros siglos cristianos, apresaron a un campesino sencillo y lo pusieron ante una estatua de Júpiter…
– “Echa incienso en el fuego y sacrifica a nuestro dios”.
– “¡No lo hago!” -contesta con calma Barlaam.
Empiezan a torturarlo. En vano. Entonces extienden a viva fuerza su brazo para que la mano esté justamente encima de las llamas y le ponen incienso en la palma.
– “¡Deja caer el incienso y serás libre!”
– “¡No lo hago!” -repite Barlaam.
Y allí está de pie, inconmovible, con el brazo extendido. La llama de fuego va subiendo, ya está lamiendo la palma de la mano, ya empieza a humear el incienso… pero el hombre sigue invencible. El fuego consumió su mano, y así se quemó el incienso, pero el corazón del mártir Barlaam no fue perjuro a su Dios: Un corazón de bronce.
Tihamer Tóth. El joven de carácter.