Lección de Creo en la vida eterna

La muerte abre la puerta de «la vida eterna», y la vida eterna, -último artículo del Símbolo- es la meta del hombre, sabiendo por la Revelación que la vida «no termina, se transforma»; de modo que los que creen en Cristo pueden adquirir una mansión eterna en el cielo. ¡Viviremos eternamente!

    De esto se trata. Como decía san Josemaría Escrivá de Balaguer, «lo que hemos de pretender es ir al cielo. Si no, nada vale la pena». Este es el destino definitivo de nuestra existencia. Pero el destino real se corresponde con el uso de la libertad y, por tanto, si se vive de cara a Dios, se alcanza el cielo; si se vive de espaldas a Dios y se muere en pecado mortal, el destino es el infierno. Hay una situación provisional, y es cuando el hombre muere en gracia pero no ha terminado de limpiarse, y ha de hacerlo en el purgatorio.

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