En la sinagoga de Cafarnaún había un hombre poseído de un espíritu inmundo (demonio) y decía a gritos a Jesús: – ¿Qué hay entre nosotros y tú, Jesús nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú, el Santo de Dios! Y Jesús le dijo: – Calla y sal de ese hombre. Y el espíritu inmundo, maltratando al hombre, salió dando grandes gritos, pero sin hacerle daño. Las gentes quedaron llenas de admiración. ( Marcos 1, 21-28; Lucas 4, 31-37)
La curación de la suegra de Pedro. Esta mujer estaba enferma con fiebre alta. Jesús la tomó de la mano, mandó a la fiebre y la fiebre la dejó al momento. Tanto que, levantándose la enferma, les servía. (Lucas 4, 38-39)
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias, los traían a él. Y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios gritando y diciendo: – Tú eres del Hijo de Dios. Y él les reñía y no los dejaba hablar, porque sabían que era el Cristo (Lucas 4, 40-41)
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Se pone aquí de manifiesto la eficacia de la oración por los demás: «En cuanto rogaban al Salvador -dice San Jerónimo- enseguida curaba a los enfermos; dando a entender que también atiende las súplicas de los fieles contra las pasiones de los pecados»
(Pintura: San Miguel luchando con el Demonio. MAESTRO de la leyenda de Santa Úrsula. Museo Once. Brujas)
