Según cuentan los Hechos de los Apóstoles, parece que la primera ciudad de Europa que evangelizó San Pablo fue Filipos. Se detuvo allí algunos días, y «el sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde pensamos que estaba el lugar de la oración, y sentados, habábamos con algunas mujeres que se hallaban reunidas. Cierta mujer llamada Lidia, temerosa de Dios, que trabajaba en púrpura, de la ciudad de Tiatira, escuchaba sentada. El Señor había abierto su corazón para atender a las cosas que Pablo decía… Se bautizó ella con toda su familia» (Hechos 16, 134-15). Dios concedió a Lidia la gracia de creer en Cristo, a quien Pablo predicaba; correspondió a la gracia y se bautizó con su familia. Debió ser la primera persona que se convirtió al cristianismo en Europa.
La gracia es el gran que Dios concede para alcanzar la vida eterna. Con razón dice San Bernardo que «sólo de la gracia necesitamos». En temas anteriores se ha hablado muchas veces de la gracia; ahora la estudiamos de forma sistemática.