
Después de que la gente fue alimentada milagrosamente, como no veían a Jesús, atravesó también el mar de Tiberíades y vino a buscarle a Cafarnaúm. Y cuando le hallaron le dijeron:
– Maestro, ¿cuándo llegaste acá? Jesús les respondió:
– En verdad, en verdad os digo: que me buscáis, no por los milagros que visteis, sino porque comisteis del pan y os saciasteis. Y entonces Jesús tomó ocasión del pan material para hablarles del pan espiritual con la promesa de la Eucaristía.
Discurso de Jesús en en Cafarnaúm. Empieza habándoles de la necesidad de buscar una comida que no perezca, sino que dure para la vida eterna. Los oyentes le dicen:
– Danos siempre este pan. Jesús les responde:
– Yo soy el pan de la vida: el que viene a Mí no tendrá hambre; y el que en Mí cree no tendrá jamás sed. Sigue demostrándoles que para eso fue enviado por su Padre y que solamente mediante Él se va al Padre. Después sigue diciendo:
– Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Yo soy el pan vivo que descendí del Cielo. Si alguno comiere de este pan vivirá eternamente.
Comenzaron entonces los judíos a disputar entre sí, diciendo:
– ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Y Jesús les dijo:
– En verdad os digo: que si no comiereis la carne del Hijo del Hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. (Juan 6, 22-59)
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Este alimentos que solo Dios puede darnos, consiste principalmente en el don de la fe y la gracia santificante. Incluso, por infinito amor divino, en la Sagrada Eucaristía se nos da como alimento del alma el mismo auto de esos dones: Jesucristo.
(Pintura: La moneda del tributo. TIZIANO, Vecellio. Galería Gemalde. Dresden)