
-Doctor, doctor, ¡que estoy muerto!
-Pero oiga, eso es imposible.
-Que sí, que es cierto, examíneme.
-Pero qué tontería… Vamos a ver, ¿usted está de acuerdo en que los muertos no sangran?
-Sí, claro.
-Bueno, pues le voy a pinchar un dedo con este alfiler y, si usted sangra, eso significa que usted está vivo, ¿no?
-Vale, pinche y verá como no sangro.
Entonces, el médico le pincha el dedo, y obviamente saca una gotita de sangre; sonriendo, le dice al paciente:
-¿Qué? ¿Qué me dice ahora?
-De acuerdo, yo estaba equivocado. Los muertos pueden sangrar.
-Doctor, doctor, ¡que tengo paperas!
-Pues tome cuarenta duros más y ya tiene pa’ plátanos.
-Doctor, doctor, ¿cómo se encuentra mi hijo, el que se tragó una moneda de cincuenta pesetas?
-Sigue sin cambio.
-Doctor, doctor, dígame la verdad. ¿Después de la operación podré tocar la guitarra?
-Sí, hombre, perfectamente.
-¡Qué bien! Porque antes no sabía.
-Doctor, doctor, el hombre invisible está esperando.
-Dígale que no puedo verle y haga pasar al siguiente.
-Doctor, doctor, el pelo se me está cayendo, ¿me puede dar algo para conservarlo?
-Sí claro, aquí tiene una caja de zapatos.
-Doctor, doctor, me gustaría vivir mucho tiempo.
-Hmm… veamos, ¿usted fuma?
-Sí.
-Bueno, pues nada de eso, se ha acabado el fumar para usted.
El tío asiente.
-¿Usted bebe?
-Sí.
-Nada de beber. Solo agua. Sin excepciones.
El pobre hombre lo comprende.
-¿Usted está casado?
-Sí.
-Bueno pues nada de relaciones en lo sucesivo.
El tío pone cera de preocupado.
-¿Y qué tal come?
-Pues lo normal…
-Nada, eso le sienta fatal. Le voy a recetar una dieta a base de verduras que…
-Oiga, ¿pero todo esto realmente hará que viva más?
-Pues no, la verdad, pero lo que le quede de vida le parecerá una eternidad.
-Doctor, doctor, mi mujer cree que es una gallina.
-Bueno, pues tráigala a ver si la curo.
-¡Sí hombre, con la falta que nos hacen los huevos!