El Bautismo es la regeneración espiritual que nos hace una criatura nueva: nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia, hermanos de Cristo y herederos del cielo. El hombre renace a una vida nueva, la vida de los hijos de Dios.
En concreto produce tres efectos:
– El perdón del pecado original, de los pecados personales y las penas debidas al pecado.
– Infunde la gracia santificante junto con las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, y de los dones del Espíritu Santo.
– Concede la gracia sacramental para vivir el compromiso de la vida cristiana.
– Imprime carácter, señal espiritual indeleble que configura a Cristo y le hace partícipe de su sacerdocio (sacerdocio común).
Los padres deben bautizar a sus hijos lo más pronto posible. Es el mayor regalo que se les puede hacer. No hay que esperar a que sean mayores y que lo pidan ellos, igual que la madre les da el pecho o los cura si están enfermos.