Lección de El Buen Pastor

En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y las ovejas atienden a su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las saca fuera. Cuando ha sacado fuera a todas las ovejas, camina delante de ellas y las ovejas le siguen porque conocen su voz. Pero a un extraño no le seguirán, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños. Jesús les propuso esta  comparación, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

   Entonces dijo de nuevo Jesús: En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas. Todos cuantos han venido antes que yo son ladrones y salteadores, Pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia.

   Yo soy el buen pastor. El pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen. Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente. Tengo poder para darla y tengo poder para tomarla de nuevo. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.


El Señor hace uso de esta imagen, tan familiar a sus oyentes, para mostrarles una enseñanza divina: ante voces extrañas, es necesario reconocer la voz de Cristo -actualizada de continuo por el Magisterio de la Iglesia- y seguirle, para encontrar el alimento de nuestras almas.

(Pintura: Transfiguración de Cristo. DAVID, Gerard. Museo de Brujas)

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