Objetivo:
Creer en el cielo y conocer sus características.
Jesús había prometido a sus apóstoles: «En la casa de mí Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a preparamos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros».
Por disposición de Dios, tenemos todos los hombres un destino eterno y feliz en el Cielo. Pero el Cielo tenemos que ganarlo con el cumplimiento de los mandamientos, con el bien, el amor y la justicia. Así lo ha dispuesto Dios.
Siendo Dios Amor, tenemos que entrar en el Cielo con nuestras almas encendidas de amor.
La mayor felicidad que los justos experimentan en el Cielo es ver a Dios tal como es, con su gloria, poder y Amor Infinito. Dios tiene en el cielo goces siempre nuevos y maravillosos para aquellos que le aman y sirven.
En el cielo viviremos extasiados con la dulce intimidad de Jesucristo Dios y Hombre, con el suave y maternal cariño de nuestra Madre la Virgen María y con la amistad de los ángeles y justos.
Todos los placeres, todas las cosas más bellas y encantadoras, todas las alegrías y felicidades, todos los bienes más maravillosos están a disposición de los justos en el Cielo. Porque Dios es la fuente de toda felicidad.
Con qué alegría nos anima Jesucristo a conquistar el Cielo, cuando dice: «Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el Cielo. (Lucas, 6.)