Al nacer formamos parte de una familia que nos da el nombre y apellidos; en esa familia nacemos, crecemos y
desarrollamos nuestras capacidades naturales. El bautismo produce en nosotros un segundo nacimiento -esta vez
a la vida sobrenatural de la gracia- , que nos hace cristianos y nos introduce en la gran familia de la Iglesia.
Los bautizados somos y nos llamamos cristianos. Ése es nuestro nombre. Como los primeros discípulos de Cristo: Pedro, Santiago, Juan…, también nosotros somos discípulos de Cristo.
Del mismo modo estamos orgullosos de pertenecer a nuestra familia, en donde aprendemos muchas cosas, hemos de estarlo por pertenecer a la familia de la Iglesia. La Iglesia nos enseña también muchas cosas, que además son las más importantes, las únicas verdaderamente importantes.