Al día siguiente, Jesús se dirigió con sus discípulos a Naín y una gran multitud le seguía.
Cerca de la puerta de la ciudad encontró a una madre viuda que llevaba a enterrar a su hijo.
Se compadeció de ella y le dijo:
– No llores.
Luego se acercó al ataúd y dijo al muerto:
– ¡Levántate!
Y el niño se levantó y empezó a hablar.
Entonces Jesús se lo devolvió a su madre.
