Lección de El pecado mortal es una grave ofensa a Dios

Cuando se comete un pecado mortal se ofende gravemente a Dios porque Él nos ha declarado su voluntad sobre nosotros -la primera condición del pecado mortal es que haya mandamiento o precepto grave-, y el la desprecia con plena libertad. Se ofende, pues, a Dios y gravemente, como grave es el precepto que se infringe. Pero el pecado se vuelve también contra el hombre, que pierde la vida de la gracia, deja de ser hijo de Dios y se hace reo del infierno. Por eso hay que salir cuanto antes del pecado mortal confesándose en seguida; mientras tanto hay que procurar hacer un acto de contrición o de perfecto dolor del pecado.

El pecado venial es ofensa leve a Dios

   A veces, sin dejar de amar a Dios, el cristiano se deja arrastrar por las pasiones en cosas que no quebrantan del todo los mandamientos, aunque desagradan a Dios; o, si se quebrantan los mandamientos, se hace sin el suficiente conocimiento o sin perfecta voluntariedad. En ese caso, el pecado es y se dice venial o leve, porque no hace perder la gracia y la amistad con Dios; pero debilita la vida sobrenatural y pone en peligro de llegar a cometer pecados graves. El pecado venial no hace reos del infierno, pero sí del purgatorio. Por ser ofensa a Dios y por los daños que acarrea, un mínimo de sentido de responsabilidad inducirá a evitar con todo empeño también el pecado venial. ¡Hay que tener horror al pecado venial deliberado!

Dios misericordioso perdona el pecado

   Nunca ha de servir como pretexto para pecar, pero sí es motivo de esperanza y estímulo para la conversión el saber que Dios misericordioso no abandona al hombre, ni siquiera cuando le hemos ofendido, antes bien «aguarda pacientemente» para perdonarnos en el sacramento de la Penitencia, «no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia», como enseña el Apóstol San Pedro.

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