En el acto conyugal se produce un placer muy intenso tanto en el hombre como en la mujer. ¿Por qué se produce ese placer? Podemos ver que Dios también puso un gusto y satisfacción en otras acciones. Por ejemplo, en la comida. Sería muy desagradable que las comidas fueran sosas y sin gusto, siendo casi un tormento hacer tres veces al día una actividad que sería molesta y repugnante. Pero por suerte nuestra no es así: los alimentos, las frutas y las bebidas tienen un sabor gustoso y agradable que sacian nuestra hambre. Pues el placer de la comida tiene una finalidad que es el crecimiento de los niños, la conservación de la especie y el reponer las fuerzas gastadas en el deporte u otras actividades.
También se tiene placer cuando se pone ropa limpia y esto promueve la higiene; tiene placer e ilusión la persona que cuida su “huertecito” y lo cava y lo cuida porque espera el placer de la cosecha.
Así como se siente placer en la comida y la bebida para asegurar la conservación de la vida, también los esposos sienten un placer intenso para animarlos a transmitir la vida a sus hijos y para completar su amor. El tener hijos no solo satisface el interés e ilusión de los padres sino que satisface la necesidad de la sociedad humana, que necesita regenerarse para mantener la especie humana. Por eso el placer sexual es más fuerte que el placer de la nutrición.