Para que haya movimiento hace falta un motor. Unos cuerpos pueden mover a otros, como un ciclista mueve a la bicicleta, pero no se puede suponer una serie infinita de motores que se comuniquen el movimiento unos a otros, puesto que un número infinito es tan imposible como un bastón sin brazos. Hay que llegar necesariamente a un ser primero que comunique el movimiento sin haberlo recibido; hay que llegar a un primer motor inmóvil. Este primer ser, esta causa primera del movimiento es Dios, quien recibe con justicia el nombre de primer motor del universo.
(Pintura: Huida a Egipto. SANO di Pietro. Pinacoteca vaticana. Roma)