Dios no ha concedido al hombre un dominio absoluto y despótico sobre la naturaleza sino relativo; es decir, un dominio regulado por el respeto y cuidado de la calidad de vida del prójimo, incluyendo a las generaciones futuras.
En el trato con los animales, es legítimo servirse de ellos para el alimento y vestido, pero no es conforme a la dignidad humana hacerlos sufrir inútilmente, sacrificar sus vidas sin necesidad, e invertir en ellos sumas notables que más deberían remediar necesidades de los hombres.
Obligación de reparar el daño
Cuando se roba o estropea algo produciendo un daño importante en los bienes de los demás, se comete un pecado grave; el pecado es venial si el daño es pequeño.

El pecado grave se perdona en la confesión, si al arrepentimiento acompaña la intención (al menos) de devolver lo robado o reparar el daño; si no existe esta intención, el pecado no se perdona. Si ya no se tiene lo robado, hay que devolverlo de los bienes propios o comprar otra cosa igual a lo robado, y devolverlo. Si no se sabe qué hacer, preguntar al confesor.
Actitud ante los bienes de la tierra
a) Respecto a nosotros mismos. Sabemos que las cosas de la tierra están a nuestro servicio y que las necesitamos, pero hay bienes mucho más importantes: el amor a Dios y al prójimo demostrado con obras, que son bienes que llevan al cielo. A estos debemos aspirar, estos son los que hemos de adquirir y conservar con esfuerzo.
b) Respecto a los demás. No se trata sólo de no robar; el cristiano ha de compartir sus bienes con los que tienen necesidad, si quiere ser fiel al Evangelio. Entre las diversas formas de vivir el encargo de Jesucristo, podemos señalar: ayudar a los demás, especialmente a los más próximos, como son los padres, hermanos, etc.; trabajar -o estudiar si es el caso- porque así participamos en la obra de la creación y, unido a Cristo, el trabajo puede ser además redentor; ayudar a los pobres y necesitados con limosnas y visitándoles para hacerles pasar un buen rato. También tenemos obligación de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, como señala el quinto mandamiento de la Iglesia, que cada uno ha de vivir según sus posibilidades (por ejemplo, siendo generoso en la ofrenda cuando vamos a la Iglesia el domingo). Es decir, las obras de misericordia con para practicarlas.