
Para que el dinero y las riquezas no nos hagan pecar, dijo Jesús esta parábola:
– Había un hombre rico llamado Epulón que celebraba a diario espléndidos banquetes. Un pobre llamado Lázaro, sentado a su puerta, pedía limosna, pero no le daban ni las migajas del banquete. Sin embargo, los perros lamían sus llagas.
Cuando murieron, el pobre fue llevado por los ángeles al cielo y el rico fue tirado al infierno. Y Epulón en medio de sus sufrimientos, vio a Lázaro y le pidió ayuda. No era posible. El abismo era demasiado grande. Entonces, Epulón rogó que avisaran a sus hermanos para que no hicieran lo mismo que él y no corrieran la misma suerte.