Los discípulos de Juan contaron a su Maestro todos estos sucesos y prodigios. Y Juan, conociendo que algunos de los suyos sentían celos de la preponderancia del otro Maestro, y, sobre todo, para que se convencieran de su prioridad y le siguieran, envió a dos de sus discípulos a Jesús para que le interrogasen. Él no podía ir, pues estaba encarcelado por orden de Herodes en la fortaleza de Macqueronte. Y llegados los discípulos de Juan adonde estaba Jesús, le dijeron:
– ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Y respondiendo Jesús les dijo:
– Id y contadle a Juan lo que habéis oído y visto. Los ciegos, ven; los cojos, andan; los leprosos son limpiados; los sordos, oyen; los muertos, resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y bienaventurado el que no fuere escandalizado por Mí.
Y cuando se fueron los discípulos de Juan, Jesús hizo un caluroso elogio de su Precursor, el Bautista. (Lucas 7, 18-28)

En la respuesta a los enviados del Bautista, Jesús alude a los milagros que ha realizado como señal de que con Él ha llegado el Reino de Dios. Él es, por tanto, el Mesías prometido.
(Pintura: San Juan Bautista. GONZÁLES SERRANO, Bartolomé. Museo de Bellas Artes. Budapest)