Numerosas investigaciones psicológicas han revelado que el índice de retención de la materia estudiada por los alumnos es casi todas las asignaturas de la enseñanza media, es alarmantemente bajo.
Pruebas de retención aplicadas entre 15 y 36 meses, conteniendo los mismos datos que aseguraron la aprobación, denotan pérdidas que van del 50 al 80 % de todo lo aprendido. Los índices de pérdida y de olvido más elevados son los referentes a nomenclatura, términos técnicos, fechas, nombres propios, definiciones y datos informativos en general, lo que indica que esos datos no fueron debidamente entrelazados e integrados en la mente de los alumnos mediante experiencias de aprendizaje vitalmente significativas y relevantes. Las mismas investigaciones han revelado que los índices de olvido son mucho más reducidas cuando estos datos se han aprendido y utilizado en situaciones de vivo interés, mediante tareas y experiencias prácticas de significación real para los alumnos.
Estos hechos están indicando la necesidad de que el profesor se aplique a la integración progresiva y a la fijación de lo aprendido en la mente de sus alumnos a lo largo de todo el proceso de aprendizaje y no sólo en su fase final.
Entre estos procedimientos sobresalen las tareas escolares y el estudio dirigido como los más indicados, por ser de eficacia ampliamente comprobada.
A. TAREAS ESCOLARES
Las tareas escolares constituyen un complemento indispensable para las clases; al exigir trabajos bien determinados y a plazo fijo, que serán examinados y corregidos por el profesor, constituyen un poderoso estímulo para estudiar y repasar la materia estudiada en la clase, y también un factor eficaz para formar buenos hábitos de estudio; concurren igualmente de forma decisiva para fijar el contenido del aprendizaje. Su importancia es tanta que en una encuesta organizada por Charters y Waples, de 325 especialistas en didáctica, 300 clasificaron la técnica de las tareas entre las más importantes para el rendimiento escolar.
1. Respecto a la preparación de las tareas:
a) organizar la tarea, poniéndola en relación directa con el objetivo y el contenido de la clase.
b) La tarea debe ser calibrada, esto es, graduada: 1) en cuanto al tiempo que va a exigir de los alumnos (entre 20 y 30 minutos cuando más), y 2) en cuanto al grado de dificultad que representa para ellos. La tarea debe constituir un reto estimulante a la inteligencia de los alumnos, pero dentro de su alcance y de su capacidad. No debe, por tanto, ser demasiado fácil ni excesivamente difícil.
c) Evitar la rutina, organizando tareas interesantes.
d) Preparar instrucciones breves, pero bien definidas, para orientar a los alumnos en su ejecución.
2. Respecto a la imposición de las tareas:
a) Indicar el “deber” a los alumnos en el momento que se crea más oportuno. Para ciertos autores, e momento psicológico más indicado es al acabar la clase; para otros, al empezar, sirviendo, en este caso, como acicate de la atención de los alumnos.
b) A señalar la tarea: 1) cerciorarse de que todos los alumnos están atentos y de que anotan en sus cuadernos; 2) darles instrucciones bien claras y precisas sobre lo que tienen que hacer y cómo han de hacerlo; 3) comunicarles el tiempo exacto de que disponen para entregar la tarea.
3. Con respecto a la corrección de las tareas, puede ser hecha personalmente por el profesor o con los alumnos, en el aula, como ejercicio.
a) En el primer caso: marcar con lápiz rojo los errores; dar la nota merecida con observaciones breves, pero oportunas; devolver a los alumnos sus tareas para que se enteren de los méritos de su trabajo y de sus deficiencias.
b) En el segundo caso: repasar la tarea, punto por punto, en la pizarra; para que los alumnos corrijan sus propios ejercicios; darles los criterios de valoración para que ellos se los apliquen.
B. ESTUDIO DIRIGIDO
Los alumnos sólo aprenden realmente, en un plan sistemático y constructivo, cuando estudian con buen método y con seriedad, esfuerzo y dedicación. Es imperiosa la necesidad de orientar a los alumnos para que formen buenos hábitos de estudio y adopten un método eficaz de trabajo mental.
En la técnica del estudio dirigido habrá que tener en cuenta estas normas:
– En los primeros minutos, dará el profesor a sus discípulos las instrucciones necesarias y los motivará para un estudio concentrado e intensivo.
– Procurará crear y mantener una atmósfera de concentración mental y de trabajo entre los alumnos.
– Atenderá individualmente a los que presentan dudas o necesitan aclaraciones, reorientando su razonamiento; al hacerlo moderará el tono de su voz para no perturbar a los demás.
– No hará el trabajo en lugar del alumno, ni le dará respuestas que le ahorren el esfuerzo o le releven de razonar.
– Inspeccionará sucesivamente el trabajo o ejercicio que cada alumno esté ejecutando, haciéndole las observaciones que le parezcan oportunas; le advertirá sobre errores que esté cometiendo; con un gesto o simple palabra de aprobación estimulará a los que estén ejecutando bien sus tareas.
– No será brusco, impaciente ni irónico con los alumnos más lentos; les ayudará a superar sus deficiencias, estimulándolos de la mejor manera posible e infundiéndoles confianza en su capacidad.
– Aprovechará todas las ocasiones para inculcar en sus alumnos las actitudes y hábitos más apropiados de estudio, como: postura correcta y sana; utilización económica y rápida del instrumental de trabajo; ahorro de material; rapidez en la lectura y escritura; concentración mental, ataque vigoroso al problema y persistencia hasta encontrar la solución; hábitos de hacer un borrador, de ponerlo en limpio y de revisar críticamente su trabajo antes de darlo como terminado; procurar resolver por sí mismo las dificultades sin recurrir a otros; cotejar las fuentes bibliográficas, etc.
Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación)
Con la autorización de Editorial Kapelusz.