Lección de Institución del matrimonio en el paraíso terrenal

El libro del Génesis enseña que Dios creó al hombre varón y mujer, con el encargo de procrear y multiplicarse: «Hombre y mujer los creó, y los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos y llenad la tierra» (Génesis 1,27-28).

   Entonces instituye Dios el matrimonio, y lo instituye -como fin principal- para tener hijos y educarlos; como fin secundario, para que los esposos se ayuden entre si: porque «no es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él» (Génesis 2,18).

    En consecuencia, el matrimonio es algo sagrado por su misma naturaleza, y los esposos son colaboradores de Dios participando del poder divino de dar la vida, al preparar el cuerpo de los nuevos seres en los que Dios infunde el alma creada a su imagen y semejanza, destinados a darle gloria y a gozar de Él en el cielo.

El matrimonio, sacramento cristiano

   Jesucristo elevó a la dignidad de sacramento el matrimonio instituido al comienzo de la humanidad. El matrimonio entre cristianos es imagen de la unión de Jesucristo y su esposa la Iglesia. La tradición cristiana ha visto la presencia de Jesús en las bodas de Caná como una confirmación del valor divino del matrimonio.

    Por tanto, entre cristianos, sólo hay un verdadero matrimonio: el que Jesucristo santificó y elevó a la dignidad de sacramento. Por eso, ningún católico puede contraer el llamado «matrimonio civil»; tal unión no sería válida, ya que no tiene más valor que el de una simple ceremonia legal ante el Estado. Entre católicos sólo es válido el matrimonio-sacramento contraído en la Iglesia.

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