Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? pues yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada. Y el ángel le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte este buena nueva. Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.
El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que se demorase en el Templo. Cuando salió no podía hablar, y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. Él intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo.
Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su ministerio, se marchó a su casa. Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: Así ha hecho conmigo el Seños, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres. (Luc 1,18-25)
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Cuando Dios pide nuestra colaboración en una empresa suya hemos de contar más con su omnipotencia que con nuestras escasas fuerzas.
(Pintura: Sagrada Familia con el niño Juan Bautista y Santa Isabel. SASSOFERRATO. Colección privada)
