
Los soldados llevaron a Jesús a la casa del sumo sacerdote Caifás. Se habían reunido allí los jefes del pueblo y otros sacerdotes. Buscaban falsos testimonios para acusarlo. Algunos dijeron:
– Ha dicho que destruirá el Templo de Dios y construirá otro en tres días. Le preguntaron:
– ¿Qué contestas a estos hombres? Pero Jesús no respondió. El sumo sacerdote le preguntó:
– ¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios? y Jesús le respondió:
– Si, lo soy. Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y gritó:
– ¡Ha blasfemado! ¿qué necesidad tenemos de testigos? Y todos dijeron:
– Reo es de muerte. Le escupieron en la cara, lo vendaron y le abofetearon diciendo:
– ¡Adivina! ¿Quién te ha golpeado?. Entretanto, Pedro había seguido a Jesús de lejos y había entrado en el palacio de Caifás.