
Y le condujeron primero ante Anás, pues era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás fue el que había aconsejado a los judíos; Conviene que un hombre muera por el pueblo.
El Sumo Pontífice interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió:
– Yo he hablado abiertamente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me preguntas? Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí dio una bofetada a Jesús, diciendo:
– Así respondes al Pontífice?. Jesús le contestó:
Si he hablado mal, declara ese mal; pero si bien, ¿por que me pegas? Entonces Anás envió atado a Caifás, el Sumo Pontífice. (Juan 18, 13-14. 19-24).
Una vez más vemos cómo Jesús se muestra sereno y dueño de sí durante toda la Pasión. Ante la injusta agresión de aquel sirviente, el Señor responde con mansedumbre, pero sin dejar de defender la legitimidad de su conducta y señalar la injusticia de que es objeto. Esa ha de ser nuestra reacción ante quienes nos hieran de algún modo. La ponderada defensa de los propios derechos es compatible con la mansedumbre y la humildad.
(Pintura: Cristo ante el Sumo Sacerdote. HONTHRST, Gerrit van. Galería Nacional. Londres).