
Estudiaremos cuatro virtudes que contribuyen a la mejora personal: la alegría, la paciencia, el respeto mutuo y la sinceridad.
Cada esposo ha de estar siempre alegre y contento para hacer feliz al otro. La alegría da un tono muy positivo a la vida conyugal y no surge espontáneamente sino que requiere un aprendizaje esforzado.
Aunque estemos rodeados de noticias y elementos negativos, hay que obligarse a ver lo positivo de cada situación, ver la luz aunque haya mucha oscuridad y fijarse en la verdad, aunque haya mucha mentira. La alegría, en buena parte se educa; es una virtud que se conquista, que se aprende a base de muchos actos.
El amor matrimonial va en aumento cuando va unida a la paciencia y al tiempo que todo lo lima. La paciencia consiste en sufrir las adversidades sin quejarse y en esperar una cosa que tarda.
Ante las dificultades hay que ejercitar la paciencia y no caer en la desilusión y el desfallecimiento.
(Pintura: Familia tocando. MOLENAER, Jan Miense. Museo Franz Halls. Haarlem)