
1. La incredulidad de Tomás
El apóstol Tomás no estaba con los otros cuando vino Jesús. Los compañeros le dijeron:
– Hemos visto al Maestro. Pero Tomás respondió:
– Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y la mano en su costado, no creeré. Ocho días después, Jesús volvió a aparecerse a los discípulos. Y esta vez Tomás estaba con ellos. Dijo Jesús:
– La paz con vosotros. Después volvió hacia Tomás y le dijo:
– Mete el dedo en las llagas de mis manos y la mano en mi costado. Tomás respondió:
– ¡Señor mío y Dios mío! Jesús añadió:
– Has creído porque has visto. Bienaventurados los que creen sin ver.
2. La Ascensión
Después de la resurrección, Jesús se apareció durante cuarenta días a sus discípulos. Estaban seguros de que estaría con ellos porque les había dicho:
– Estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Lo que atareis en la tierra quedará atado en los cielos. A Pedro le dijo:
– Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré la Iglesia. Id y enseñad a todas las gentes.
Y el mensaje divino calaba hondo en las mentes de aquellos hombres sencillos y humildes, que irían a predicar la doctrina cristiana a todos los países del mundo.
Un día les llevó cerca de Betania. En el Monte de los Olivos levantó las manos y los bendijo. De pronto se fue elevando por los aires. Luego, una nube lo ocultó a los ojos de todos. Mientras los discípulos contemplaban cómo la nube se alejaba, dos ángeles aparecieron y dijeron:
Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando a lo alto? Este Jesús que os ha sido arrebatado al Cielo, vendrá otra vez al fin del mundo, con la misma majestad con que hoy le visteis subir.
3. La venida del Espíritu Santo
Durante diez días los apóstoles estuvieron en el Cenáculo con María para orar.
En la mañana de Pentecostés, es decir, cincuenta días después de la resurrección, oyeron un rumor parecido al de un viento impetuoso. Y aparecieron lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos. Los apóstoles quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en varias lenguas. Cuando salieron de allí, predicaron a la multitud.
E Jerusalén había muchos forasteros para celebrar la Pascua: partos, medos, elamitas. romanos, árabes, cretenses, habitantes de Mesopotamia, de la Judea, de Capadocia, del Ponto y del Asia. Al oír hablar a los apóstoles, todos decían:
– ¿No son éstos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros les oye hablar de Dios en su lengua nativa? Aquel día, Pedro bautizó a tres mil personas. Después, los apóstoles salieron a predicar por todo el mundo, en el nombre de Jesús.