Estos ideales han de ser compartidos por los dos novios desde el comienzo del noviazgo. Es preferible acordar el número de salidas a la semana y las manifestaciones de afecto.
Para vivir la castidad, además del esfuerzo personal es necesario pedirla a Dios con humildad. En algunas ciudades los jóvenes solteros están formando grupos para ayudarse entre ellos a vivir la castidad y conseguir una profunda vida espiritual.
Un obstáculo que puede amenazar un noviazgo casto es el aburrimiento. Para evitarlo es aconsejable programar con imaginación una actividad divertida cada semana, como hacer algún deporte (fútbol, padel, tenis), jugar a las cartas o juegos de sobremesa, ver una película, navegar o cualquier actividad interesante.
(1) San Josemaría Escrivá. Amigos de Dios. Editorial Rialp. Página 274.