
La Confirmación
La Confirmación es el sacramento por el que se nos da el Espíritu Santo con toda la abundancia de sus dones y se nos hacer perfectos cristianos.
Así como el Bautismo nos hace hijos de Dios, La Confirmación nos transforma en soldados de Jesucristo.
El cristiano ha de esforzarse en las pequeñas luchas de cada día: trato con los padres y hermanos, trabajo y estudio bien hecho y ofrecido a Dios, ayuda generosa y desinteresada a los compañeros y fidelidad a la doctrina de Jesucristo.
– La materia de este sacramento es la imposición de las manos del obispo y la unción (acción de untar) con el Santo Crisma en la frente del confirmado. El Crisma es una mezcla de aceite y bálsamo consagrados por el obispo el Jueves Santo.
– La forma de la Confirmación son las palabras que pronuncia el obispo al imponerle las manos y al hacer la unción: «N. recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo»
– El ministro ordinario es el obispo. En caso de necesidad el sacerdote puede ser el ministro extraordinario si goza de esa facultad por derecho común o por concesión peculiar de la autoridad competente. En peligro de muerte, puede confirmar el párroco o cualquier sacerdote.
– El sujeto es toda persona bautizada sin confirmar. Para recibirlo se debe estar en gracia de Dios, conocer los principales misterios de la fe y acercarse a él con reverencia y devoción. Este sacramento no es absolutamente necesario para salvarse pero lo hemos de estimar mucho.
Efectos de la Confirmación
– Se recibe la plenitud del Espíritu Santo con sus dones. Los dones son gracias particulares que iluminan, fortalecen y perfeccionan el alma, ayudándonos a practicar las virtudes y facilitándonos la salvación. Estos dones son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
– Aumenta la gracia santificante.
– Imprime en el alma un carácter imborrable de soldados de Cristo. La Confirmación fortalece la fe y nos hace testigos de Jesucristo. Nos da fuerzas para defender la fe y defendernos de los enemigos exteriores, como el demonio, el mal ejemplo o las persecuciones, ya sean abiertas o disimuladas.
