Lección de La educación según las edades

La edad infantil

    La educación del niño se inicia antes del nacimiento, pues el bebé percibe en el vientre materno los estados de ánimo de la madre, sobre todo del cariño con que se le acoge. Los primeros meses y años de vida son decisivos para la formación de la personalidad del pequeño. No hay que preocuparse mucho porque el niño llora ya que el llanto es parte de su lenguaje y puede manifestar hambre, incomodidad, suciedad, rabia o capricho.

   El chico tiene una necesidad apremiante de moverse, de explorar y de comunicar y esto exige mucha atención por parte de los padres. El limitar el ejercicio físico puede provocar en el bebé irritación, agresividad, inseguridad y abulia. Hay que ayudar al niño a salir de su egocentrismo, retrasando sus peticiones de hacer solo su voluntad. Si los padres ceden de inmediato a sus caprichos lo estarán preparando para una insatisfacción crónica de por vida.

   En los primeros años la relación entre la madre y el hijo supone una intensa relación de ternura formando como una trama afectiva sobre la que se basará la personalidad futura. Después, con el paso del tiempo, la madre ha de modular su insaciable sed de mimos, besos y caricias, porque de lo contrario se podría caer en la sobreprotección. Hasta los dos años y medio la obediencia es algo natural para el niño y hay que aprovechar para formar automatismos correctos para crear un carácter sano.

La edad escolar

   La entrada al colegio o a la guardería suele ser un momento delicado para el niño. Es oportuno hablar con los niños del colegio antes de iniciar la escolarización, destacando los aspectos positivos y procurando que los chicos deseen ir al colegio para conocer a otros pequeños y ampliar sus intereses. Nunca se debe utilizar la escuela como una amenaza a sus conductas inapropiadas.

   Es conveniente que la familia elija bien el centro educativo, especialmente con buena formación cristiana, para el posterior desarrollo humano y espiritual del pequeño. Pero el colegio no exime a los padres de su labor educativa: conocer a los hijos, tratarlos y orientarlos.

   Es muy importante hablar con los chicos y puede ser un momento oportuno después de acostarse. El chico puede hacer sus preguntas con confianza y manifestar su nerviosismo y sus problemas escolares. Habrá que responder con gracia y oportunidad, mejorando el nexo afectivo que facilite en el futuro que los chicos acudan a hablar con sus padres en las dificultades y problemas de más entidad.

La adolescencia 

   Ordinariamente la adolescencia comienza a los once o doce años para las chicas y dos años más tarde para los chicos. Suele durar entre dos y cuatro años. Es una etapa de desarrollo y transformación tanto fisiológico como espiritual. El chico que antes era amable, estudioso y sensato se vuelve antipático, rebelde y contradictorio. Esto es normal y los padres lo han de aceptar.

   En esta edad se da cuenta de que es persona con pensamiento propio y descubre su intimidad. El adolescente no quiere seguir siendo niño, aunque siente nostalgia de esa etapa previa, pero tampoco quiere ser un adulto según los modelos que tiene delante. Suele rechazar las indicaciones de los adultos y no soporta que le pregunten por sus estudios o por su comportamiento.

   ¿Qué podemos hacer para ayudarle? Es necesario que nuestra presencia sea más discreta y que no tenga la impresión de que se le vigila. Hay que buscar ocasiones de diálogo y de confianza, pero sin forzarlas. Ha de sentir que los padres confían en él y se le estima. El adolescente debe resolver sus problemas, pues una ayuda no necesaria significa de hecho una limitación y una humillación para quien la recibe.


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