
A causa del pecado original de los primeros padres, todos nacemos privados de la gracia que Dios les había concedido gratuitamente para ellos y sus descendientes. La naturaleza humana quedó además herida, y con nuestras fuerzas no podemos cumplir por mucho tiempo ni siquiera la ley natural. Pero, compadecido de nosotros y por los méritos de Jesucristo, Dios concede e infunde en el alma el don maravilloso de la gracia. La concede gratuitamente y sin que nosotros la merezcamos, para que podamos alcanzar la vida eterna en el cielo.
Maravillas de la gracia en el alma
La gracia es participación de la vida divina. Pasa con el alma que recibe la gracia de Dios algo semejante a lo que sucede con el hierro o el carbón en contacto con el fuego: que se pone al rojo vivo y adquiere las propiedades del fuego.
El alma en gracia es delante de Dios como un rubí; el pecado ha sido destruido, ya no existe, y el alma adquiere un brillo maravilloso como el fuego puro y limpio, igual que el carbón pierde su negrura y se convierte en ascua de oro magnífica. Ahora el alma tiene hermosura divina, con el resplandor de la gracia y la fuerza de esta vida sobrenatural.
Gracia santificante, gracia actual
Dios concede dos clases de gracia: la gracia santificante o habitual y la gracia actual.
a) Gracia santificante es la que hace justos y santos, hijos adoptivos de Dios y herederos del cielo; entonces somos templos del Espíritu Santo y Dios habita en el centro del alma. Se recibe en el bautismo y si se pierde por el pecado mortal, se puede recuperar en el sacramento de la penitencia. Estando en gracia de Dios, todo cuanto se hace -grande o pequeños, fácil o costoso- tiene mérito sobrenatural y ayuda a conquistar el cielo, si se cumplen las demás condiciones: en vida, con libertad, con obras buenas, dirigidas a Dios y aceptadas por Él; la aceptación nos consta y va implícita en el estado de gracia.
b) Gracia actual es la gracia con que Dios ilumina el entendimiento y mueve la voluntad, como ayuda para hacer el bien -aunque cueste- y evitar el mal. El pasaje citado de los Hechos de los Apóstoles es un ejemplo de gracia actual que Dios concedió a Lidia para convertirse a la fe de Jesucristo. Otras gracias actuales son el arrepentimiento después de pecar, el propósito de ser mejor, etc.