Pedro con los Apóstoles gobernaron la Iglesia y transmitieron sus poderes a los sucesores. El Papa y los obispos constituyen la Jerarquía, que gobierna el pueblo de Dios -asistida por los presbíteros y diáconos-, a la que hemos de amar y obedecer. La misión que ha recibido consiste en enseñar la doctrina de Jesucristo, predicando el Evangelio; santificar mediante la administración de los sacramentos, medios de la gracia; gobernar, dictando leyes que obligan en conciencia, juzgando y castigando, si fuera preciso.

El Papa
El Romano Pontífice es el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo en la tierra y cabeza visible de toda la Iglesia, con jurisdicción suprema sobre todos y cada uno de los pastores y fieles. Además -por voluntad divina-, el Papa es infalible y no puede equivocarse cuando define doctrinas de fe y de moral, como maestro supremo de toda la Iglesia.
Los Obispos
Por institución divina, los Obispos son sucesores de los apóstoles que, en unión con el Papa, apacientan el pueblo de Dios como maestros de la doctrina, sacerdotes del culto sagrado y rectores de la grey que se les encomienda, de ordinario una pequeña porción de la Iglesia denominada diócesis. En lo tocante al magisterio de los Obispos, «aunque cada uno no goza de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo dan a conocer infaliblemente la doctrina de Cristo cuando, aun dispersos por el mundo, guardan la comunión entre sí y con el sucesor de Pedro y, al enseñar auténticamente los cosas de la fe y costumbres, coinciden en que una doctrina debe ser definitivamente mantenida» (Lumen gentium, 25).