Lección de La libertad

Primera parte

    La palabra que más atrae a la juventud es la libertad. ¡Crecer libremente! ¡Desarrollarse libremente! ¡Vivir libremente!  Libremente como un pájaro. Un deseo instintivo impele a la juventud hacia la libertad. Y si es instintivo, luego lo dio el Creador, y, si lo dio Él, entonces habrá fijado metas elevadas a este instinto.

   Estos deseos de libertad no pueden tener por fin armar el mayor alboroto durante los descansos y burlas los reglamentos de disciplina. Este fin no puede ser otro que dar ánimos al joven para que pueda luchar contra todo lo que impida su desarrollo ideal.

   El deseo de libertad de tu corazón tiene como fin asegurar tu desarrollo de espíritu. Así, pues, no has de luchar contra toda regla y contra todo lazo, eso sería libertinaje, desenfreno, sino sólo contra las pasiones, inclinaciones, obstáculos, que se oponen al libre desenvolvimiento de tu carácter.

Segunda parte

   No es justo luchar contra lo que favorece tu desarrollo, por muy difícil que sea; a semejanza de la vid que no puede desprenderse del rodrigón que la sostiene y hace que puedan los sarmientos subir más alto.

   Todo instinto abandonado a sí propio  es ciego. Es ciego también el instinto de la libertad, y si se desprecia la dirección de la mente severa, precipita al hombre en la perdición, en la ruina. Por esto vemos un día y otro día la triste realidad de que muchos jóvenes se pierden por una libertad mal entendida. Los instintos emancipados del control de la inteligencia los arrastran ciegamente hacia cosas que sólo son buenas en apariencia, pero que en verdad son nocivas, y los hacen retroceder ante otras que, bien que parezcan  difíciles, serían necesarias para el armónico desarrollo espiritual. Escribía un estudiante a su amigo: «Desde que mi padre me permitió fumar, lo he dejado, ya no me apetece.» Ved ahí el deseo de libertad desviado, que considera intervención abusiva todo mando y prohibición.

Tercera parte

   A tu edad, el non plus ultra (nada más allá) del anhelo de todo joven es verse libre, independiente. Pues eso mismo quieren tus educadores, tus padres. Trata de comprenderlo y cooperar con ellos.

   Son, por desgracia, muchísimos los que proceden de muy distinta manera. Porque ya quieren ser independientes, cuando todavía deben educarse para ello. Entienden por independencia el desorden, el emanciparse de toda ley, y no aquella independencia interior, fecunda semilla de ayuda, libertad, dominio contra el desaliento, el capricho, la pereza y los otros retoños de la vida del instinto.

Texto de Monseñor Dr. Tihamér Tóth. El joven de carácter. Sociedad de Educación «Atenas», S.A.


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