
El sacramento de la Penitencia
La Penitencia es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo.
Este sacramento es absolutamente necesario para aquellos que han cometido un pecado mortal después del Bautismo. Si no es posible confesarse porque no hay sacerdote, el dolor de haber ofendido a Dios, nuestro Padre, (acto de contrición), con deseo de confesarse cuando pueda, también perdona los pecados.
– La materia remota consiste en los pecados que han de ser perdonados. La materia próxima son los tres actos del penitente: contrición, confesión y satisfacción.
– La forma son las palabras de la absolución del sacerdote: «Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.» Estas palabras, unidas a los tres actos del penitente, son la señal sensible del sacramento de la Penitencia.
– El ministro de la Penitencia es todo sacerdote con la debida autorización dada por el obispo sobre las personas a las que puede absolver o los lugares en los que puede confesar.
– El sujeto de la Penitencia es todo el que haya cometido un pecado después del Bautismo.
Efectos de la Penitencia
– Borra los pecados mortales y veniales cometidos después del Bautismo o de la última confesión bien hecha.
– Devuelve la gracia santificante, con el derecho a la gloria y todos los méritos de las buenas obras. Si se recibe en estado de gracia, produce aumento de gracia.
– Nos da la gracia sacramental, para fortalecernos contra las recaídas y perseverar en el bien.
– Perdona la pena eterna y una parte de la pena temporal, según las disposiciones con que se recibe.
– Da la paz a la conciencia y, a veces, con gran consuelo.
