
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la tierra no pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla.
Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. (Mateo 5, 17-20)
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Jesús enseña en este pasaje el valor perenne del Antiguo Testamento, en cuanto que es palabra de Dios; goza, por tanto, de autoridad divina y no puede despreciarse lo más mínimo.
(Pintura: La Transfiguración. RAFAEL Sanzio de Urbino. Pinacoteca Vaticana)