
Después del pecado de Adán y Eva, el hombre necesitaba ser redimido. Dios envió a su propio Hijo hecho hombre como nosotros para que padeciendo pudiera pagar el pecado original. Sólo Jesús es el Salvador, el Redentor del hombre.
Jesús padeció mucho por obediencia a Dios Padre y por amor a los hombres. Como era Hijo de Dios cualquier cosa que hiciera podía salvarnos, porque todo lo que hacía era de valor infinito. Si quiso sufrir tanto fue para demostrarnos cuánto nos ama y hacernos comprender la gravedad del pecado.
Jesús dijo: «El que no toma su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.» (Lc 14, 27). Jesús llevó la cruz a cuestas para enseñarnos a amar el sacrificio, ofreciendo a Jesús con amor por los pecadores las cosas que nos cuestan.